Era en Salteras. ¿Dónde iba a ser, si no?. Cuando Maneli
o Palomito tenían el mejor mosto del contorno.En la taberna de Antonio El Tato
antes de que la cerrara.Todo el que entraba o salía no dejaba de saludarle con
cariño. Le llamaban Camión y era el director de una de las dos excelentes
bandas de música de que puede enorgullecerse el pueblo. La Banda del Carmen, la
que acompaña a la Macarena.
Con motivo de la procesión extraordinaria de la Virgen al
cumplirse el veinticinco aniversario de
su coronación canónica, Soria nueve quiso reverdecer antiguos laureles tras el
manto de la Señora y se ofreció al
Hermano Mayor incluso con el apoyo de alguna recomendación de peso. Me lo
contaba el siempre recordado José Luis de Pablo Romero. No lo dudó un instante.
Para él la Banda de la Macarena en esa ocasión histórica estaba designada ya
desde el primer momento y así se lo había comunicado a su director. Camión se
emocionaba siempre que contaba estas cosas.
Desde ayer tiene la oportunidad de hacerlo cosidito a las
sayas de la Madre del Redentor.Cuando Ella le habrá ayudado a cruzar ese
fielato que tanto pavor da entre la vida y la muerte, José Antonio ya no era
aquel que fue. Había cedido su batuta y ya no se situaba, inspirado e
imaginativo, ante el papel pautado para escribir marchas nuevas como aquella que
dedicó en 1982 a la Virgen de la Soledad, titular de la Hermandad saltereña
conocida como “la de los negros” o la que con el título de “Mis dolores son
Jesus” ofreció dos años después al nazareno de la otra hermandad del pueblo,
“la de los blancos” .
Hacía cinco meses que había enviudado. Y tenía setenta y
siete años. ¿Qué hago yo aquí? se
preguntaría con ese derrotismo de los viejos que tiran la cuchara. “La muerte
del justo será como un sueño”, dice la Escritura. Camión se quedó dormido
soñando que iba vestido de músico, por la calle Sierpes delante de su Banda del
Carmen y empezaba a sonar “Pasa la Virgen Macarena”
1 comentario:
Pasa la Macarena y permanece como resonancia visual su imborrable huella. Brotan de los pentagramas del Carmen notas de seda para acariciar a la eterna Azucena, Sevilla llora junto a los invictos lanceros de la Centuria en el preciso instante que el Paraíso cierra sus cortinajes de seda al cumplidor Plenilunio. Un músico de Salteras quedó dormido a las puertas del Atrio junto al Arco, que es Puerta del Cielo, tañen las campanas de la espadaña. El eterno Abelardo, portador de las llaves de la verde Gloria abre la cancela a un enamorado de San Gil. Sonará siempre la música de El Carmen en los corazones macarenos y el eco de la voz del maestro que apuntaba cada marcha. Amarrada sus manos a las del Señor de la Sentencia, manos que quedarán liberadas cada Madrugá para dirigir con su batuta la música de los ángeles que duermen en el regazo de la Esperanza.
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