Para mi es
una cita habitual. Como el Concierto de Año Nuevo. Y he de confesar que me
acomodo ante el televisor con una inevitable nostalgia de los tiempos idos y
sintiéndome incapaz de eludir la oleada de recuerdos que a veces me abruman.
Este año con
mayor razón porque, como es de sobras sabido, se trataba de un desfile
histórico: El primero que presidía el Príncipe de Asturias, ante la ausencia
del Rey por su operación de cadera y de la Reina, por lo que la tribuna la
ocupaban en el centro don Felipe y doña Leticia ante los que desfilaron unos
dos mil seiscientos militares de los tres ejércitos y guardias civiles a cuya
oficialidad acompañaba un representante de la Gendarmería francesa.
La Uno de
Televisión Española lo hizo. Como es habitual.
Angel Panero, el jefe de
realización del CentroTerritorial de Andalucía con el que trabajé cuando me
tocaba intervenir en misiones parecidas solía preguntar con sorna en los
momentos preliminares ¿lo hacemos bien o cómo siempre?...Una broma
para relajar los nervios.
En este caso la transmisión rayó a alto nivel,
especialmente su contenido en imágenes con secuencias espléndidas captadas con
los medios avanzados de los que actualmente dispone el llamado medio rey que no
abandonó su corona aunque los honores fueran para un príncipe. El nuestro, el
de todos los españoles, impecablemente vestido de teniente coronel de Infantería.
Eso lo sabían
los comentaristas, que eran tres, dos civiles, periodistas de la casa y un
comandante de ingenieros como asesor que, como esta vez no había ni carros de
combate ni lanzamisiles, nos evitó a los telespectadores el tener que soportar
estoicamente los complejos datos técnicos con los que nos obsequiaban, en otras
ocasiones, sus compañeros uniformados sin dejarnos oir Banderita, Soldadito
Español o Los Voluntarios.
Creo que los comentaristas debían identificar las
partituras y anunciarlas para honra y justicia de los maestros Alonso, Guerrero
y Jiménez en vez de empeñarse en reiterar una vez y otra el número de pisadas
por minuto que dan los soldados cuando marchan a paso ordinario muy distinto al
de los legionarios que avanzan a mayor prisa y por eso lo hacen con su propia
banda (que entró tarde, dicho sea de paso… ligero)
El acto se
inició con la interpretación del himno nacional,
en versión más breve por cuestiones de protocolo al ser el heredero de la
Corona y no el Rey como jefe de Estado quien presidía la parada militar, pero
tampoco se oyó bien porque el técnico de sonido situó un micrófono cerca de un
tambor. O el músico del tambor se colocó pegadito al micro que también pudo ser
posible y la noche rociera que nos dio el pesado tío (el de las sevillanas ,
claro es) quedó en pañales con la sinfonía de tambor y banda que saltó a los
aires.
Total que
todo quedó muy bien y que estas minucias son ganas de criticar. Lo siento. Las
imágenes fueron inmejorables.
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