miércoles, 9 de octubre de 2013

FERNANDO EL CATOLICO NO FUE A LOS TOROS

Es verdad que lo invitó el Duque de Medinasidonia (Antonio Garrido) en la serie televisiva “Isabel” que tanto saca de sus ortodoxas casillas a mi amigo el viejo profesor de historia y que luego aparecieron ambos, felices y contentos, como si volvieran de presenciar una faena de Morante,aunque el diálogo entre ambos orientaba acerca de cómo era aquel espectáculo taurino en el que se habían corrido veinte  animales presuntamente bravos, ya que ni la invitación fue para un palco  o barrera de la plaza, ni la asistencia posible por mucho que se anticipasen los acontecimientos, simplemente porque la fiesta de los toros, configurada como la conocemos, no se había inventado  todavía.

Y es cierto que la ficción puede soltarse de las ataduras de la certeza y que la licencia de manejar a capricho la cadencia de los tiempos debe concederse siempre a los creadores de una obra que mezcla la fabulación con el manejo dosificado de los acontecimientos de los siglos idos, pero también lo es que para  ello debe mantenerse  el respeto debido a las figuras que se utilizan si éstas fueron extraídas de la sagrada vitrina de los hechos que ocurrieron en la realidad.

Isabel I de Castilla,o sea Isabel la Católica,la protagonista central de la serie, visitó Sevilla por primera vez el 24 de julio de 1471. Vino sin su marido, Fernando, al que luego los guionistas hacen aparecer en el mismo capítulo, y acompañada, entre otros, por el cardenal Mendoza. Los monarcas visitaron la ciudad ocho veces y en ella, en cuyo alcázar nació su hijo el Príncipe don Juan, pasaron largas temporadas

Fernando el Católico nació en 1452 y falleció en 1516.La fiesta taurina, que, como es sabido, procede de los encuentros caballerescos de toros y cañas, se inicia con entidad propia en el siglo dieciocho, o sea dos centurias después y los veinte animales que se mataron en aquel supuesto espectáculo al que el duque invita al monarca no se lidiarían, sino que, en todo caso, debieron correrse a caballo por los nobles que los alanceaban creando un espectáculo que se convirtió en la fiesta popular por excelencia.

La historia ha conservado los apellidos de algunos de estos caballeros que eran el conde de Buelna,Ozeta,Riaño, Zárate y Bonifaz

Cuenta el marqués de Tablantes, en sus Anales de la Real Plaza de Toros de Sevilla, que Isabel la Católica no gustaba de estas fiestas por haber visto morir a un hombre en ellas y a tanto llegó su disgusto que intentó  prohibirlas y, como no pudo, ordenó que se cubrieran las astas para que golpearan, pero no hirieran, por lo que un escritor taurino del siglo diecinueve, Pascual Millán, le atribuye la invención de los toros embolados.

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