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El apellido Parot me da repeluco desde entonces. Si ese
asesino hubiera metido su coche en el aparcamiento de la Gavidia, ni yo estaría
ahora redactando estos renglones, ni podrían leerlos ninguna de las niñas del
Colegio de las Esclavas de la calle Virgen de los Buenos Libros.
En la de las Cortes estaban las oficinas de contratación
de publicidad de RTVE de cuya gerencia acababa de ser nombrado delegado para Andalucía. Allí iba a trabajar todas las mañanas.
Y allí conocí la amenaza que se había cernido sobre mi cabeza y las de los que
me acompañaban cada jornada que, como las alumnas del colegio cercano, habríamos
volado por los aires si la Guardia Civil no detiene a Henry Parot frustrando
sus criminales propósitos.
Paradójicamente el apellido ha servido para designar una
doctrina jurídica establecida por el Tribunal Supremo en 2006 y refrendada
después por el Constitucional cuya filosofía es que no salga igual de rentable
cometer un asesinato que veinte que es lo que venía sucediendo hasta su
implantación.
El que se titula Tribunal Europeo de Derechos humanos la
ha tumbado ahora produciendo la estupefacción en la ciudadanía y el dolor
añadido a las victimas de la barbarie etarra.
Esa difícil unanimidad de analizar y discutir la misma
cuestión los tertulianos de las diversas cadenas televisivas se ha alcanzado con
el candente tema de este fallo. Y me voy a sumar a esta corriente, si bien
jamás me prestaría a formar parte de esas reuniones en las que en ocasiones se
habla sin pudor de lo que se desconoce, demostrando además la malísima
educación de los que intervienen quitándose la palabra de la boca unos a otros
sin dejar que ningún argumento u objeción pueda ser expuesto en su integridad.
A la decisión sorprendente de los magistrados de la
antigua Alsacia, incomprensible, lacerante e injusta, que agrede no solo al
sentimiento de las víctimas sino a la capacidad profesional de los tribunales
españoles, que avalaron la doctrina Parot ahora derogada de facto,se unen las
preguntas inevitables. Sobre todo ¿Por qué? y ¿qué pasa si no se acata?
He oído de todo. Y he leído más. Y resumo las diversas
opiniones, alguna descabellada, con dos comentarios: el de Luis Maria Ansón que
dice en “El Imparcial” :
“Hay que excarcelar a la etarra asesina y contar con que
se producirá el chaparrón de los recursos de terroristas que permanecen en la
cárcel afectados por la doctrina Parot. Existe, sin embargo, una fórmula para
retenerles hasta que cumplan sus penas completas o casi completas: revisar las
reducciones de las que se han beneficiado y que en muchos casos han sido
producto de la camelancia, de la lenidad o del miedo de quienes tenían que
aplicarlas.
El Gobierno puede y debe denunciar las posibles
irregularidades en este sentido y que decidan las autoridades penitenciarias y,
en su caso, los jueces.”
El otro texto es de Ignacio Camacho en el ABC que titula
su columna de hoy con una sola palabra “Escarnio” y la cierra diciendo “Una
conjura de estupidez, buenismo, incompetencia o mala fe ha basureado a las
victimas de la mayor agresión colectiva de nuestra reciente historia (…) Europa,
la Europa de Nuremberg y La Haya, la que declaró imprescriptibles los crímenes
contra la Humanidad, se ha deshonrado a sí misma en esta vergüenza innombrable.
No queda nada más que decir. Ni olvido ni perdón: memoria
y dignidad. La justicia ni está ni se le espera”
1 comentario:
Pasé esa mañana por EL Museo, Alfonso XII y La Gavidia. El Gran Poder, sin duda, puso sus manos en esta Ciudad. Adelantó su zancada antes de la Madrugá para desatarnos de la más cruel soga. Las víctimas dibujaron trazos rojo y gualda sobre el Cielo azul que nos cobija. Ellos son la verdadera memoria de España y su recuerdo la luz que nos ilumina. La abnegación de su entrega y la generosidad de quienes les lloran son el más valioso tesoro de la Patria. Un país que no llora por sus víctimas posee un corazón de piedra y desposeído está de alma.
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