Suelo asomarme todas las mañanas a la Ventana que escribe
en el Diario de Sevilla mi amigo y compañero Luis Carlos Peris y me he
encontrado hoy con el rostro adusto y sereno de una mujer bella que habrá de
pasar a la historia, el de su señoría la jueza Mercedes Alaya.
Carlos, hijo, qué bonito texto. Te ha salido de dulce.
Escribes
que “pasaba la vida junto a ella y la vida apenas se percataba de quién era esa
figura como de porcelana”. Menos mal, me digo. Como se hallaba, según escribes “en la terraza de un comedero de postín, bajo
las estrellas de la fiebre del viernes noche”, es de agradecer que quienes
transitaban cerca careciesen de esos “ojos de águila en la cara” que daba el
padre Cué como imprescindibles para los capataces de cofradías y nosotros
sabemos que también lo son para los periodistas.
¿Te imaginas la ristra de peticionarios de autógrafos que
se habría formado ante su mesa?
El año pasado le escribí un soneto. Voy a reproducirlo
para que veas que coincidimos en un aspecto esencial de la descripción que
haces de ella: la porcelana.
Con cuerpo de alabastro delicioso,
esfinge de atractiva porcelana,
trabaja de la noche a la mañana
sirviendo a la justicia sin reposo.
La vara, que, otro tiempo, fue goloso
sitial de laboreo con desgana
conviértese en su mano soberana
en un areopagita poderoso..
Por jueza se conoce donde vaya
pisando como hembra de bandera.
Mercedes, señoría, ilustre Alaya:
La flor de este soneto bien quisiera
caer bajo sus pies y no soslaya
estar de su belleza prisionera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario