Si en las dos entregas anteriores me he permitido esbozar una propuesta para que los cofrades podamos desgravarnos en el IRPF por nuestras aportaciones a las Hermandades de forma similar a como lo hacen los pertenecientes a otros colectivos, a partir de ésta el análisis comprenderá la aportación global del movimiento cofrade a la economía de la ciudad.
Y voy a empezar por lo que ganan los demás sirviéndose de las cofradías y luego trataré de desarrollar lo que hacen las cofradías en beneficio de los demás.
El negocio de la Semana Santa que hacen los demás a costa de las cofradías es el que empieza con los coleccionables de algunas publicaciones, apenas se acaban los mantecados y termina con el último visitante que se monta en el AVE para Madrid el Domingo de Resurrección.
Y los dineros de las cofradías son aquellos que las Hermandades de Penitencia tienen que obtener de las cuotas mensuales que abonan los que las componen, hombres, mujeres y niños, el reparto de sus papeletas de sitio, las rifas de Navidad y otros varios sistemas, siempre a costa de los mismos hermanos y de sus familiares y amigos, para pagar los cultos de todo el año, hacer estación de Penitencia, atender su bolsa de caridad y todas las obras sociales en que se meten, mantener el tesoro de arte, de religiosidad y de cultura que supone el patrimonio que heredaron y, en más de un caso, conservar el templo donde residen puesto a su cargo por la autoridad eclesiástica correspondiente.
En la Separata “Cuaresma/86” “Historia de la organización de las procesiones de penitencia” de “El Correo de Andalucía” que escribió Fernando Gelán leo que:
“Las hermandades y cofradías, para la organización de los desfiles procesionales en Semana Santa han mantenido desde siempre una estrecha vinculación con el Ayuntamiento.
La Corporación Municipal, además de aprobar determinadas cantidades para subvencionar la estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, se encargaba tradicionalmente del programa de actos y, según confirman las actas capitulares, en los primeros años del siglo diecinueve entregaban hasta las flores para el exorno de los pasos y canastillas”.
“Era obligado informar al Ayuntamiento para la mejor organización de los desfiles procesionales de las reformas que las hermandades y cofradías habían introducido en los pasos y en la comitiva, así como de los estrenos e incidencias al respecto.”
Hasta tal punto llegaron las hermandades en el siglo diecinueve en la creencia
firme de que era obligación del Ayuntamiento retribuir su aportación a las fiestas de la ciudad, que se produjo un serio conflicto entre éstas y los rectores del Municipio cuando, en 1909 se pretendió reducir las ayudas.
Las hermandades reaccionaron de inmediato negándose a hacer estación de penitencia ese año aduciendo que “se las había ofendido”.
Ya había una Comisión Permanente de Hermandades que presidía el teniente hermano mayor de la Cofradía de la Victoria. El conflicto había llegado a tal extremo, que esta Comisión solicitó al alcalde y demás componentes de la Corporación Municipal, “un desagravio “.
No pasó la cosa a mayores y siguió, pues, el Ayuntamiento con esta práctica y así, por ejemplo, existe el dato de que en 1914 la subvención alcanzaba una suma total de 20,000 pesetas.
Pero, a cambio, el Municipio consideraba las procesiones de penitencia como un bien turístico de indudable atractivo que dejaba saneados beneficios a las arcas consistoriales y así las incluía en su programación de festejos de Primavera destacando su indudable aportación.
Andando el tiempo y con el sentido pragmático de nuestra época los empresarios sevillanos encargaron a la Consultora Skill que averiguase cuánto significaba eso.
Y la cifra ocupó las principales cabeceras de los periódicos: Quince mil millones de pesetas.
Era el 2000. Ese año estuvimos a punto de cargarnos la Madrugada.
2 comentarios:
¿Y qué pasó realmente en el 2000?.
Me gustaría que alguien me lo simplificase en dos lineas.
Triduo en San Gregorio.No faltes
Un abrazo canino.
Publicar un comentario