martes, 31 de marzo de 2009

Besos al arzobispo.

Flaco favor le han hecho los que han movido el tinglado para que el todopoderoso Cardenal Rouco lo empuje a Sevilla. Monseñor Asenjo tuvo ocasión de comprobarlo el domingo del Pregón. Apareció receloso. Se mostró serio y circunspecto desde la primera fila de butacas donde tomó asiento y así lo recogieron las cámaras de la tele y los focos de los fotógrafos y se escapó apenas finalizó el acto por una puerta lateral después de que le recordaran desde el escenario su primer involuntario tropezón al llegar a la ciudad cuando, ante una estampa de la Macarena que le entregaba un espectador, le dijo: “eso a mi secretario”.

Antes había tenido que escuchar la ovación más larga y cerrada que tributó el público cofrade que llenaba, como siempre, el teatro destinada al Cardenal Amigo que la agradeció desde la presidencia.

Pero ahí no terminaban las incidencias porque luego, y según narró José Cretario en las páginas del ABC, tras los postres de la comida al pregonero servida en los salones de los Reales Alcázares, se levantó uno de los asistentes, Manuel Loreto,macareno, cabo de la Centuria, hermano de Miguel,el capataz que manda el paso del Señor de la Sentencia, dispuesto a entonar una saeta,pero lo que cantó fue la letra de las famosas sevillanas del Adios que escribiera Manuel Garrido y que llegó a memorizar el Papa Juan Pablo segundo cuando vino a Sevilla. Lo hizo mirando al Cardenal y cuando terminó se fue para el arzobispo sucesor y le plantó dos sonoros besos en la cara.

Escribe Cretario, tras el muac,muac, que algo se le tuvo que descomponer al coadjutor porque se levantó de prisa y salió como una bala.

Ayer muchos me preguntaron por esta escena.No la presencié porque no estuve en el ágape del homenaje pregoneril así que a mis curiosos amigos los trasladaba a las páginas del periódico de las tres letras.

Ignoro si don Juan José Asenjo dispondrá de tiempo para leer estas modestas líneas, pero, si, por casualidad, llegan a su conocimiento, me atrevo a sugerirle que tenga paciencia, que los gitanos no quieren a sus hijos con buenos principios, y que tome como modelo la ejemplar postura de su predecesor,el Cardenal Amigo, que ha sabido irse labrando día a día, minuto a minuto, el cariño de esta difícil ciudad de Sevilla que esconde entre las guirnaldas y farolillos de la guasa, muchos mensajes de advertencia y comprensión.

Y como seguramente ya habrá identificado a esos clérigos valientes que bajo una cadena de seudónimos hacían en los foros de Internet la más despiadada crítica a su Pastor, que sepa que muchos de los cofrades que estaban el domingo en el teatro la leían también.

Bueno será que rescate de las manos de su secretario la estampa de la Macarena y que Ella le libre de tan incómoda compañía.

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