¡Compare,cómo juye la vía!... Dicen que exclamaba Lola Flores, la siempre recordada faraona, cuando deseaba ponderar la fugacidad de las horas.
Con incursiones en una primavera adelantada, la verdad es que el mes de marzo avanza imparable con vientos soportables en rachas inesperadas, que es lo suyo, y ya nos vemos en más de su mitad, lo que significa que el Pregón está al caer.
Unos días más y nos encontraremos en el Maestranza como antes en el Lope de Vega y más atrás aún en el Teatro San Fernando donde esta ceremonia singular y única, posteriormente copiada en otras ciudades y pueblos de Dios, tuvo su comienzo.
Ha cambiado mucho. Había entonces una especie de profesión muy alabada social y culturalmente que era la de charlista y la figura más representativa de ella era Federico García Sanchís, un novelista, ensayista y caudaloso orador valenciano que falleció en Madrid en 1964 a los sesenta y ocho años, a quien el Ayuntamiento encargó las tres primeras disertaciones que hubo en los años 1937,1939 y 1940 para exaltar las cofradías.
Don Federico parece que era un personaje singular. Adicto a las ideas que en aquellos años difíciles alentaban los que iban ganando la contienda, me cabe la duda de si vino para hablar de pasos y de nazarenos motivado más por la posibilidad de exponer su pensamiento ante el general Queipo de Llano, a quien se ve en una de las plateas de aquellas funciones, que para llevar a cabo el canto obligado a la manifestación semanasantera de los sevillanos.
Rafael Santistebán, el histórico locutor de Radio Sevilla, cuenta en sus memorias que lo encontró una noche de Martes Santo por los Jardines de Murillo contemplando admirado el tránsito procesional de la Cofradía de la Candelaria tratando de pasar inadvertido
Aunque el reputado orador se embozaba en una españolísima capa, Rafael que entonces ocupaba la primera plaza de spiker (la palabra locutor aun no se empleaba para describir ese fundamental quehacer de la radio) en la emisora decana lo reconoció por un detalle singular de su fisonomía: García Sanchís disponía de una bien poblada cabellera que le bajaba por la frente hasta unos dos o tres dedos por encima de las cejas.
Luis Carlos Peris,mi compañero de Diario de Sevilla, me contó que una joven periodista que lo estaba entrevistando arrostró la temeridad de preguntarle:
-- Don Federico ¿usa usted peluquín?
A lo que García Sanchís respondió sin inmutarse:
-- ¿Usted cree que si lo usara me lo iba a poner tan mal todos los días?
Es lógico que Santisteban lo reconociera a pesar de los ostensibles intentos del charlista valenciano de disimular su presencia entre la multitud .
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