martes, 19 de mayo de 2009

Carritos.

Sin advertirlo volvemos a un primitivismo impuesto por las exigencias de la vida actual. Si nuestros lejanos antepasados se trasladaban de caverna en caverna en unión gregaria de los componentes de su tribu arrastrando sus pertenencias colgadas de la cintura, nuestros contemporáneos van y vienen hablando por el móvil y tirando de un carrito. El móvil es fruto maduro de los adelantos tecnológicos. El carrito, tan antiguo como el paraguas, no es más que la adaptación contemporánea del hábito primitivo.

Del carrito tira el oficial azul con las barras doradas de su graduación como comandante de aeronaves que nos muestra la publicidad de la compañía aérea que aparece en la tele. Del carrito tira el ama de casa a la que entrevistan para que nos diga en que medida le afecta la malquerida crisis desde que sacó definitivamente la cabeza, ante la impotencia de los gobernantes responsables, desbordados frente a su resistencia a ser encubierta con el disimulo de los sinónimos. Y del carrito tira también el chiquillo que camina hacia la “guarde” o “el cole” y empieza su currículo vital aceptando su utilización como mal menor ante la perspectiva de sustituirlo por la mochila que amenaza encorvarle.

En ese carrito infantil va de todo. Por supuesto sus libros, sus cuadernos, sus lápices…pero también el calor de su hogar del que le han desgajado y al que tal vez encuentre frío y solitario cuando regrese a él. Las estadísticas vienen poniendo de manifiesto que cada vez son más los niños que llegan a casa antes que sus padres a los que ven mucho después porque sus horarios de trabajo y la distancia desde los mismos a sus domicilios superan los de sus hijos en edad escolar.

Cada vez se quedan más solos y, por tanto, más desprotegidos y, lo que es mucho peor, resultan más vulnerables. Tanto que, en los últimos tiempos, se ha advertido la aparición de delincuentes especializados en el robo de identidad.

Los ladrones de identidad no conocen límites y van generalmente por los grupos más vulnerables: los niños.

Los hijos son un blanco atractivo para estos usurpadores porque pueden pasar varios años antes de que la estafa sea descubierta.

Por eso, los padres deben tomar medidas para proteger la información confidencial de sus niños. Esto implica no dejarlos portar documentos de identidad –salvo la credencial de la escuela– y advertirles de que si usan internet no deben divulgar datos privados.

Un indicio de que el menor es víctima de este delito es que tenga un informe de crédito negativo. Los menores de edad generalmente no lo tienen porque aun no han decidido adquirir un piso y solicitar de un banco una hipoteca o un crédito, pero lo comprobarán con sorpresa cuando lleguen a ese momento.

… si es que el momento llega porque ahora se columbra tan lejano que no se ve.

2 comentarios:

Julio Mod. dijo...

El problema crece además cuando estos padres quieren compensar la soledad a la que someten a sus hijos con darle todos los caprichos y consintiéndoles todo y acaban convirtiendo a sus hijos en unos malcriados,unos tiranos y unos egocéntricos que terminan por despreciar la autoridad y el respeto a sus padres y a las normas minimas de convivencia. Así nos va en esta sociedad enferma.

José Luis Garrido Bustamante dijo...

Si,amigo Sibelius. Se han olvidado las antiguas frases de "el arbolito desde chiquitito" ... "quien bien te quiere,etc.etc." "aprende a decir que no" y otras más.Y lo cierto es que cada día es más urgente proteger su vulnerabilidad.