Me fui al Rocío tras haber leído que ya las primeras hermandades se han puesto en camino y antes de que invadan los míos habituales con ese contraste de civilizaciones que supone situar en la red viaria del permiso de rodar a cien o ciento veinte las carretas que arrastran lentamente los bueyes cansinos.
Esperaba encontrar las típicas escenas de las vísperas con las afanosas mujeres de los pueblos con el moño protegido por plásticos y la ropilla de faena, encalando fachadas y los muchachos de los todoterrenos trasladando viandas para el consumo de la fiesta. Pero me equivoqué. La aldea se hallaba insólitamente tranquila. A pesar del fin de semana y de la proximidad de Pentecostés nada o poco hacían presagiar el nerviosismo de los días. Rocieros devotos, en el Santuario, sí. Nunca faltan. Pero también veladores desocupados en las terrazas de los bares y un dato revelador: la ausencia de obstáculos para llegar a la cercanía del templo con cualquier vehículo.Nada de vallas ni de prohibiciones, ni de almonteños convertidos en ocasionales regidores del tráfico, asomándose por la ventanilla con instrucciones rigurosas.
Claro que los huecos en los espacios destinados al aparcamiento y los abundantes rostros aburridos de los encargados de los bares y otros establecimientos de bebidas contrastaban con lo anterior.
En tal situación, consideré lógico que, apenas tomé asiento en una mesita para saborear una cerveza, acudieran a mí tres serviciales camareros dispuestos a la atención al cliente aunque solicitase un modesto tubito cervecero con una aceituna, lo cual distaba mucho de ocasiones pasadas cuando cualquier dependiente se dirigía apresurado a ti, tuteándote de entrada, tirando sobre la mesa la carta y saludándote como si te hiciera el favor de acudir a tu requerimiento y tu fueras un antiguo compañero suyo de colegio con el que nunca se llevó bien.
La verdad es que a la crisis, me dije, como reflexión apresurada, hay que verle su lado bueno. Pero también aquí cometí un error. Antes llegabas a la Aldea y,si sonaba un altavoz, te deleitabas con los Hermanos Reyes, con los Marismeños, Los de la Trocha o con otro conjunto de los que engrandecían las sevillanas romeras y recordabas con el Pali que
En el pozo de Lopa,Carmela
tu te peinabas.
y a la Misa de Alba,Carmela,
tarde llegabas,
o
El Rocío es irse en Mayo
por las marismas en flor
con carretas y caballos
con la flauta y el tambor.
que no me acuerdo quien interpretaba ,o eso de Santiago y Hurtado que cantaban los Amigos de Gines
Todo se va terminando
como un sueño que se aleja;
pero la Blanca Paloma
en mi corazón se queda.
Esto es antigualla pura. Pasado arrugado y decrépito. Las sevillanas de hoy discurren en paralelo con la problemática actual y la voz conturbada de una mujer me lo demostró con un estribillo que decía:
No me riñas, no me riñas..
Que pueden enterarse
nuestra cuatro niñas…
que me hizo aguzar el oído. ¿Qué era aquello? ¿El principio serio de una desavenencia matrimonial que acabaría en divorcio?... ¿Y qué iba a ser de esas pobres chiquillas que ya ni irían al Rocío, ni se vestirían de flamenca ni nada ?
El dueño del establecimiento cortó el sonido y yo me quedé muy preocupado. ¿Alguien puede decirme cómo terminó aquello?
3 comentarios:
Yo estuve el martes en el Rocío y la sensación que saque es que este del 2009 sería un rocío diferente.
En cuanto al final de la sevillana, por como empieza sólo puede acabar como el rosario de la aurora.
Saludos.
Seguramente acabará en un plató de televisión, color de rosa. Aunque ni él sea cartujano ni pinte palanganas.
Un saludo.
Las sevillanas eternas son irremplazables, por mucho que en el bar le pusieran semejante horterada.
Por cierto, no estaría mal que el Rocío diera un bajón, a ver si así los almonteños dejan de abusar tanto -eso sí, el año que viene, si Dios quiere, allí estaré yo pagando a esos usureros un dineral por 4 días-.
Un saludo.
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