sábado, 23 de enero de 2010

Fácil cabrearse.Imposible ser cabrero

Loco lo traen. Su padre era cabrero. El es cabrero. No por necesidad acuciante como esos empleados trashumantes que abandonan el pueblo con las claras del día y regresan al término de su jornada laboral que suele coincidir con la puesta de sol.

Cabrero por vocación y por afición. Lo mismo que hay quien sale cuando puede con su reala de galgos a estirarles las patas y prepararlos para los campeonatos, ha habido siempre ganaderos pequeños que, porque lo llevan en la sangre, se han dedicado a la crianza y explotación de cabras.

Conozco a uno de ellos que lo quiere dejar. Mucho se habla de la carencia de ayuda a las pequeñas y medianas y empresas pero se silencia el exceso de obstáculos, hijos de una complicada burocracia, que les ponen en el camino a estos hombres que, si quieren estar al día y dentro de la ley, se pierden entre ventanillas y papelotes escuchando siempre explicaciones autosuficientes de los funcionarios que viven de los impuestos y que parece que gozan fabricando problemas artificiales en vez de alumbrar soluciones lógicas.

A cualquiera de mis jóvenes compañeros que realizan esos programas de reportajes de la actualidad en la tele voy a sugerir que sigan un día el peregrinaje de un cabrero por afición como el que la semana pasada compró cincuenta cabezas para montar una explotación en una finca arrendada y hoy mismo está pensando en reducirlas a diez y encerrarlas en el corral de su casa.

Me ha enseñado la lista de permisos, de contratos, de licencias, de pagos de tasas que necesita para hacer las cosas bien y me ha vuelto loco. No lleva los apuntes en una hoja. ¡qué va! Ha necesitado un cuaderno.

Luego los sindicalistas liberados que también cobran del presupuesto se tiran a la calle tarde y a destiempo para disimular y demonizan a los empresarios. El cabrero aburrido que me ha llorado en el hombro también lo es. O quiere serlo. Tan empresario como el que tiene una tiendecita. Aunque no pertenezca a la red de grandes almacenes. Pero no los dejan y están yéndose a sus casas aburridos.

La leche se trae de Francia. Por aquí ya no van quedando ni vacas ni cabras.

El campo, parado. Antes se movían las grúas de las urbanizaciones. Ya ni eso.

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