domingo, 25 de abril de 2010

La dificil música de la Maestranza

Creo que le llamaban “El Diamante rubio” y que era de Granada. Personaje curioso donde los haya de los que pululan por los pasillos interiores de la Fiesta. Aficionado a ella, se había instituido en singular animador de graderíos, asistiendo a las corridas desde las localidades de sol cuyos aplausos y olés levantaba con los suyos como peculiar animador de claques. Naturalmente luego cobraba estos servicios a los espadas desplazándose con estos emolumentos de plaza en plaza.

Este hombre, cuando le parecía oportuno lanzaba a los aires con voz potente: “¡Maestro… esa composisión!”. Y los espectadores, mudos hasta ese instante, coreaban su petición vocal.

Hoy no hace falta. La gente ha perdido el freno de la discreción y sustituye coralmente al Diamante pidiendo la intervención de la banda cuando le parece y si esta no accede a sus deseos protesta con gritos y palmoteos, como sucedió ayer en el sexto de la tarde cuando lo pasaba de muleta el Fandi.

Generalmente en las plaza de toros el pasodoble que rubrica la bondad de una faena empieza cuando lo ordena el presidente y, de manera excepcional, cuando lo pide el público en mayoría. En Sevilla, no. En la Maestranza se practica la tercera e insólita opción: Cuando lo juzga oportuno el director de la banda. Y esto entraña un aspecto positivo y otro negativo.

Desde que la banda titular que es la que formara el maestro Manuel Pérez Tejera en 1916 y por eso se conoce por su segundo apellido, asumiese el encargo de asistir a todos los festejos relevando a la Municipal que lo hacía hasta entonces, se cultiva esta costumbre y esto es positivo por cuanto encierra de respeto a la tradición. Pero Tejera era aficionado sabio y experto y además creo que seguidor de Joselito el Gallo y sus continuadores han acertado con la norma cuando han llegado a ser aficionados de muchos quilates también. Esto es lo negativo.Porque hasta que se alcanza ese punto, el titubeo para levantar la batuta puede provocar la impaciencia ruidosa de muchos.

Pepín Tejera, el muy recordado José Tristán Martín, sobrino nieto y sucesor del fundador y padre de su director actual, por mucho que el público lo pidiera, no se decidía a volverse hacia sus músicos y ordenar que diese comienzo el pasodoble hasta que la emoción de la lidia lo reclamaba y el apreciaba que se estaban ejecutando los cinco tiempos del toreo: citar, parar, templar, mandar y ligar. Pero si la faena se alargaba o algunos de estos tiempos se perdía, especialmente la ligazón o el espada era desarmado, levantaba la mano y la interpretación se suspendía.

Así conviene seguir haciéndolo para que la tradición funcione. Lo contrario es caer en una cicatería musical que no merece el público que cada tarde aprecia la calidad de esta banda que un día ya lejano fundara un sevillano de la Alameda, alumno del Colegio de la Real Maestranza de Caballería de la calle Feria, Manuel Pérez Tejera.