Ni puede ni debe desprenderse nunca la Fiesta de los toros de las viejas normas del refinamiento y la cortesía que se cultivaban en los ambientes donde tuvo su cuna. Al espada se le sigue llamando maestro… el banderillero se destoca cuando recoge de la arena la montera de su matador y se la entrega… al más antiguo se le concede siempre la preeminencia… al que preside el festejo se le conoce como el usía y, en una plaza como la de Sevilla donde estas normas empezaron a ejercerse, el torilero no se hace llamar chulo de toriles, ni aparece disfrazado de torero de guardarropía, sino que se muestra como deben ir los señores a la plaza, correctamente vestido con traje de calle, con camisa y corbata y cubierto por la gorra de visera que emplearon siempre los empleados de la plaza.
Dicho esto como preámbulo, a nadie puede sorprender la delicadeza del público y de sus compañeros hacia Antonio Barrera que no quiso faltar a su compromiso de actuar aunque tuviera a su padre de cuerpo presente… su acierto al vestir de catafalco y oro con un lazo negro en una de las mangas… su brindis al cielo a la memoria de su progenitor… el otro brindis que le ofreciera Salvador Cortes… la asistencia en un burladero de callejón de Padilla y Morante, sus amigos, y los aplausos cariñosos que recibiera durante toda la corrida.
Fue un homenaje al padre muerto al que siguió un segundo homenaje al padre vivo cuando Luis Mariscal se acordó del autor de sus días clavando en lo alto un espeluznante par de banderillas que se sacó desde las rodillas justo al llegar al embroque y asomándose al balcón de un animal bravo que no dio facilidad alguna para ser banderilleado. Tributo de admiración también a su familia que, con la foto de su tio Pedro Santipone a un Miura que fue portada en el ABC demostró la hondura y calidad de su casta torera.
La Fiesta es así porque siempre lo fue y lo sigue siendo. Todos los festejos dejan su huella y perduran en la memoria de los toreros que suelen recordar composiciones de carteles, nombres de toros e incidencias de cada corrida. Ayer, en la Maestranza, con las antiguas e hidalgas maneras de la torería se rindió homenaje a esa figura que hoy se quiere difuminar cada vez más, el padre de familia.
4 comentarios:
Y elegantisimo el texto que hoy nos ha brindado Vd. maestro, me ha recordado ese estilo clásico de la crónica taurina tan perdido hoy y que – permítamelo- perdura sólo en la riqueza cromática de su pluma.
Le saludo con la montera de la pluma en la mano y le agradezco profundamente su comentario.
Hay que ser un demente y un analfabeto funcional para no velar el cadáver del padre y ponerse a trabajar delante de un montón de gente cubata en mano.
Pero, en fin, los taurinos no son precisamente licenciados.
"Hay gente pa to", que le "jacemos"
Manchar con un comentario anónimo, de ese corte, esta gran lección de escritura y periodismo es una lastima pero son el precio que hay que pagar por la libertad de expresión.
Felicidades Maestro.
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