jueves, 30 de enero de 2014

IN MEMORIAM, EL POETA FERNANDO ORTIZ (NANI PARA LOS AMIGOS)

Fue el último en nacer. Se le habían anticipado dos hermanos, Manuel y Pepe y una hermana, Maruja. También ésta le ha precedido en la hora de la muerte.
Me duele escribir de ellos. Eran más que amigos. Casi como de familia. Vivían en un piso de la planta principal de una construcción de tres y azotea, con fachada abierta en un hermoso cierro a la calle Miguel Cid. La que lleva el nombre del autor de las coplas a la Inmaculada. Y nosotros, los Garrido, en una casita casi enfrente.
Entre un edificio y otro, sobre los adoquines encajados a duras penas por los canteros, jugábamos al fútbol con pelotas de papel y trapos viejos atadas con cuerdas en aquella ciudad provinciana de la postguerra civil.
Su padre, Manuel Ortiz Sánchez-Pozuelo, era oficial del Ejército, destinado en Oficinas Militares como taquígrafo, que alargaba su horario laboral echando las tardes y casi las noches en la redacción de ABC en la que tomaba velozmente, con los cabalísticos signos de la taquigrafía, las crónicas que llegaban por teléfono de corresponsales, críticos y enviados especiales.
Era un profesional de muy alta cualificación, que había estado en el madrileño Teatro de la Comedia copiando el discurso de José Antonio Primo de Rivera fundando la Falange y gozaba de gran prestigio que él se cuidaba de mantener en continuas ejercitaciones. No se me olvida su imagen, oyendo en la radio a Matías Prats transmitiendo un partido, en la salita biblioteca de su vivienda, con un mazo de folios de papel en sus rodillas y una batería de lápices afilados por los dos extremos captando la narración del locutor sin que se le fuera una sola palabra.
Nani ha muerto. Estaba mal, me dicen. Desde chico maleaba. Padeció una afección que le fue deteriorando su nivel auditivo contra cuya progresión no pudieron ni médicos ni medicamentos a pesar de los desvelos de sus padres. Terminó sordo, pero supo aceptar con una filosofía personal y un suave humor irrepetibles las limitaciones de su sordera.
Poeta exquisito desde su adolescencia formado, en principio, con incansables lecturas de los libros que existían en la biblioteca familiar en cuyos anaqueles se cuidaba, creo recordar que íntegramente, la colección Austral de Espasa Calpe, los críticos lo han comparado con Cernuda y Rafael Montesinos, pero no se acomodó como ellos a vivir fuera de los límites de la ciudad que le vio nacer y regresó  desde Madrid donde había encontrado trabajo en el departamento de administración de Radio Nacional permaneciendo en ella para siempre.
En la doble página que le ha dedicado ABC, el periódico donde trabajó su padre, Javier Salvago escribe: “No hay poetas en el mundo con la vocación de Fernando Ortiz. Para él la poesía era lo más importante de su vida”
Me parece un epitafio excelente.



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