A las de verdad. A las que suben al cartel tres novilleros con ganas de comerse el mundo que, en el caso último de la Maestranza, fueron dos novilleros y una novillera y se enfrentan con novillos auténticos que hoy no son ya los antiguos desechos de tienta y cerrado como era preceptivo que se anunciaran antes, sino los que seleccionan el ganadero y el conocedor de cada ganadería en función de criterios diversos que conforman cada estilo de encauzar las vacadas.
A lo largo de todo el festejo no dejé de acordarme de mis antiguos compañeros de la meritoria Tertulia Los Trece dedicada desde su creación a conceder al término de cada temporada un premio al mejor novillero del Coso del Baratillo y afligida en reiteradas últimas ediciones ante la ausencia de aspirantes dada la extendida sequía novilleril.
Las cosas parece que van cambiando. Y el domingo se cortó la primera oreja de las novilladas del presente abono. Personalmente me complace sobremanera que haya sido así. Por el hecho considerado en sí mismo.Y porque el apéndice fue a manos de Martín Núñez, un muchacho que se quiere parecer a El Cid y que salió luciendo un traje de luces que confesó le había regalado el maestro de Salteras y era nada menos el que él llevaba cuando salió por la Puerta del Príncipe tras haber estoqueado una corrida de Victorino.
Así cualquiera, podría exclamar un ignorante. Y no es cierto. Porque cada vestío de torear necesita llevar dentro un torero. Como sucedió ayer. Tampoco basta que el muchacho sea hijo del capataz del Señor de los Gitanos, ese que es capaz de volcar la eternidad en la aparición del Nazareno de la Salud cada Madrugada en la Campana. Ni que muchos de su aplaudida cuadrilla de costaleros fueran los primeros en requerir el rubricado de la música, otra vez tardona, y en sacar los pañuelos cuando, ante el certero estoconazo, sucumbió el novillo.
Pero todo confluye. Como la emoción de Martín con la oreja en la mano, hecha brillo de ojos húmedos y voz tan velada como la de su señor padre cuando manda a sus hombres de regreso por la calle Imagen delante del azulejo del Balilla.
Un nombre para la relación de pretendientes de esta temporada, queridos amigos de Los Trece. La niña, Conchi Rios,que demostró su preparación y sus incontenibles deseos se puede ganar otro puesto en cualquier momento y Manuel Larios, el chaval de Badajoz, también.
Ojalá y esto sea un preludio de la vuelta de las novilladas de antaño.
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