Me estaba acordando ayer del chaval aquel que llegó a los toros, se sentó, encendió un puro y se puso a atufar a sus vecinos de localidad. sin reparar en las molestias que causaba. Naturalmente, el más asfixiado se dirigió a la criaturita y le preguntó indignado: “¿Niño, dónde está tu padre?”... “¿Mi padre?, dicen que respondió el interpelado, en la puerta buscando como un loco el puro y la entrada que tengo yo.”
En toda tierra de garbanzos, los enfados se dejan en la puerta y a los toros se llega con esa expresión de entusiasmo que ponderaba aquel que la comparó con la sensación de desazón y abatimiento que envolvía las mismas palabras cuando se regresaba de un festejo que había tenido de todo menos de festivo.
En toda tierra de garbanzos… salvo en la capital. Madrid acude, en ocasiones, a la plaza de toros en latente estado de cabreo. Asiste para expresar públicamente su indignación que le empuja a manifestarla contra los protagonistas del espectáculo y hasta para darse de tortas con el primer cristiano que se le ponga por delante.
En la corrida de la Prensa sucedió esto. Desde el primer momento se apreció un grado de torcimiento en el ambiente que detectaron los que suelen atisbar estas profundidades de la conducta pública de los sedicentes aficionados taurinos madrileños. Y el caso es que contempladas desapasionadamente las motivaciones de esta actitud, hay que concederles la razón.
Sabido es que en los albores del toreo, eran los ganaderos los que seleccionaban según su leal saber y entender los animales bravos que iban a componer una corrida y eran estos los que saltaban a la arena. El orden de salida lo precisaban ellos también en función de sus mismos criterios y de aquí el aserto de que “no hay quinto malo” porque solían dejar para este lugar al ejemplar de mejor nota.
Desde que se implantó el sorteo a instancia precisamente de los toreros, el sistema se ha venido considerando como el más equitativo y, por eso, molesta que sean los mismos espadas, por mediación de sus apoderados y asesores, los que escojan en el campo los animales que se vayan a estoquear.
Ayer sucedió esto y el público se consideró defraudado. ¿Para qué más?... Madrid apareció en la plaza de Madrid disimulando a duras penas el cabreo de Madrid. Y este se manifestó en toda su crudeza apenas el primero de los animalitos dobló las manos de salida.
Consecuencia: que no hubo nada y que más de un espectador se dio de tortas con el vecino. El niño del puro dejó a su padre hecho un basilisco fuera de la plaza y los porteros de las Ventas les dejaron pasar para que manifestaran su justa indignación. La fiesta de los toros es la más nacional hasta preservando el derecho al pataleo.
1 comentario:
hola don jose luis soy navarro del callejon de la maestranza en primer lugar agradecerle el articulo del quite de la gorra le agradezco ser tan buen aficionado y se diese cuenta del quite,,,me senti muy orgulloso de mi trabajo de echo alcalareño me lo agradecio en el alma y igual que alguno de los toreros que han pasado por sevilla ,,,no no me han dado el premio al quite previdencial,,(sera que no me pongo el traje de luces) pero me siento mas torero como el quemas....me encantaria conocerle en presona si es asi me encientro en la puerta del callejon patio caballos,,,sin mas un abrazo de navarro ya me hubiese encantado el premio despues de 25 años en la mestranza
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