Están racionalizando las leyendas. Interpretan interesadamente el legado de la historia. Hunden los mitos y, entre unas cosas y otras, se están cargando la poesía del Rocío .
Siento constatarlo y lamento escribirlo. Porque todo esto lo están haciendo aquellos que recibieron la gloriosa herencia de propalar y defender ese milagro secularmente mantenido que es la devoción a la Blanca Paloma.
Si a Goro Medina lo convertimos en un manriqueño que había nacido en Almonte para poder afirmar que la Virgen se apareció a un almonteño y concedemos mayor antigüedad al Simpecado del pueblo que al de Villamanrique, a pesar de que la datación de éste la haya asegurado científicamente el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico… y cerramos el pocito tan cantado en las sevillanas de Muñoz y Pabón cuyas aguas se asomaban al brocal cuando la Virgen llegaba y asaltamos el altar para poner a la Madre de Dios en la puerta del Santuario mucho antes de que haya aparecido ese primer rayo de sol que acariciaba su cara… apaga y vámonos.
La hora de arrancar a la Virgen de su altar en esa explosión incomparable de invasión de sus hijos que se ha venido adelantando aunque siempre con el deseo irreductible de corrección, ya se ha convertido en horario oficial en vista de que la enmienda se ha considerado imposible.
Y así, las andas de la Señora que aparecían en la puerta de la antigua ermita entre siete y ocho de la mañana, ahora se presentan en las de su Santuario a las tres de la madrugada ( a las tres y cinco minutos este año ) y el sol cuando se levanta la encuentra con suerte delante de la casa de Sanlúcar de Barrameda cuando no recibiendo la lluvia indescriptible de pétalos de flores con que es recibida al alcanzar la casa de Huelva.
Mitos, fuera. Esta vez hasta se ha terminado con la aseveración orgullosa de que al posarse las andas de la Reina de las Marismas sobre los hombros de sus hijos los almonteños, jamás habría de tocar el suelo.
Como esto no se ha podido sostener en las ediciones anteriores, se ha terminado por aceptar los hechos consumados y, como si la Virgen estuviese cansada, a las andas se las han dotado de ruedas que llegan a las arenas antes del batacazo y las recorren entre empujones hasta que se vuelven a reunir las fuerzas precisas para volverla a levantar.
Con la marginación de los mitos se ha terminado el contenido poético de todo esto. Al Rocío de la improvisación, a esas romerías antiguas en las que se oía decir a los naturales del lugar que la Virgen salía cuando Ella quería y entraba cuando le daba la gana, lo ha sustituido el del contenido pragmático fruto de las reuniones de los directivos y poderosos que rigen sus destinos en la actualidad.
A este paso, no quiero ni imaginar un letrero con letras de plástico en el tablón de anuncios del Santuario que informe: Procesión de la Virgen por la aldea: Salida a las tres de la madrugada. Entrada en el templo a las doce del mediodía.
Como para echarse a llorar.
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