sábado, 26 de julio de 2008

Espaliú quiere ser figura.

Figura del toreo, matizo y resalto.
El último artista de este apellido que he conocido fue Pepe Espaliú, pintor y escultor cordobés que también cultivó la poesía y al que el Sida, que marcó el último tramo de su obra, se llevó por delante en 1993 cuando solo contaba treinta y ocho años.
Su villa natal en la que también falleció le dedicó toda clase de honores e incluso una calle que hoy recuerda al joven y apasionado artista polifacético prematuramente desaparecido.
Antes de este Espaliú no he sabido de otro. Y en la preceptiva consulta al Cossío no hallo este apellido en ningún coletudo.
Espaliú ha triunfado en los festejos nocturnos sin caballos para promoción de nuevos valores de la novillería que se celebran desde hace unos años durante el mes de Julio en la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. No le ví, pero dicen los que fueron que torea como los mismos ángeles. Cortó dos orejas. Y el jurado, integrado por los tres asesores de los presidentes de la plaza,no tuvo dudas en proclamarle triunfador.
El novillero de Coria del Río que pertenece a la Escuela de Camas tiene por delante un esplendido futuro, en mi opinión siempre que no se lo crea del todo, siga cultivando la asesoría de El Almendro que disfrutaba como un chiquillo cuando vimos a esta joven promesa en una comparecencia anterior transmitida por Canal Sur y sea capaz de no dejar que lo arrinconen para lo que, nada más haber alcanzado su triunfo en la plaza sevillana, merodeará por ahí más de uno y más de dos dispuestos soterradamente a culminar esta faenita.
Así de competitivo es el planeta taurino. Ni más ni menos que otro cualquiera, pero magnificado y fortalecido con los oropeles de la fiesta. Por eso me parece que, desde los comienzos hay que ir eliminando obstáculos y uno de estos puede ser el apellido. Bien es verdad que, al no haber sido precedido por nadie que lo llevara, la circunstancia puede esgrimirse como argumento por su novedad. Pero ¿por qué no buscar un apodo más taurino? ¿O bucear en sus vestigios familiares hasta dar con un nombre más cartelero y de fácil recuerdo?... José María Manzanares, padre, sin ir más lejos, lo hizo así. Ustedes no han podido ver nunca en los carteles que uno de los espadas se llame José María Dolls y eso que el apellido materno, Abellán, sí luce hoy en la cartelería, de la misma forma que los antiguos nunca leyeron que toreaba Antonio Ebassun, sino Martincho.
La difusión publicitaria es muy rigurosa con los ecos de la cacofonía y otras lindezas del lenguaje más afiladas cuando las palabras no se han oído antes.
Cuentan que a un pueblo de este Sur nuestro tan querido llegó una pareja a bordo de un automóvil solicitando la presencia del Juez de Paz y que al indígena que atendió su consulta no se le ocurrió otra cosa que contestarles:
-- No hay. Aquí tenemos el “jué de naranja”, “el jué de limón” y “la tónica jué”.
Jué de pa, no.

1 comentario:

Unknown dijo...

Los toreros.........sin bigotes, ni barbas, ni apellidos...raros