jueves, 31 de julio de 2008

Modificaciones en la Carrera Oficial. (3) La fuerza de Sierpes.

El itinerario único de todas las hermandades de Sevilla al que, andando el tiempo, se unieron también las de Triana, empezó de manera harto curiosa.

Afirma el historiador sevillano, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Francisco Aguilar Piñal en “La Sevilla del XVIII” (Historia de Sevilla.Publicaciones de la Universidad de Sevilla. 1992) que ya en ese siglo (años 1729 a 1795) se había institucionalizado la costumbre del recorrido único de todas las cofradías, desde la plaza de San Francisco a la Catedral.

De manera que, si contemplamos la formación de la Carrera Oficial que conocemos desde dos ángulos, la ocupación del espacio en las calles y el precio a pagar por las sillas que se sitúan en ellas, el primero comienza de manera popular y desorganizada desde el momento mismo en que el Arzobispo Cardenal Niño de Guevara obliga en el Sínodo de 1604 a todas las cofradías de penitencia a que vayan a la Catedral para tenerlas controladas debidamente.
Pero obsérvese que la gente al principio no se sitúa en la Campana ni en la calle Sierpes, sino en la Plaza de San Francisco, centro tradicional de cita de los sevillanos para el dolor y el gozo. Allí confluyen las cofradías… cuando salen que no siempre es cada año. Y de allí avanzan, unas tras otras hacia el templo catedralicio como había pedido el arzobispo.

Así que en sus inicios la Carrera se extiende escasamente desde la fachada trasera del Ayuntamiento a la Catedral discurriendo por la calle Génova, hoy Avenida de la Constitución.
Sin embargo pronto empieza a prolongarse y lo hace por la calle Sierpes en dirección descendente hacia la Campana. Lo confirma el edicto que promulga el Arzobispo Francisco Delgado y Venegas, miembro del Consejo del Rey Carlos III, prohibiendo los empalados y otros disciplinantes y las procesiones nocturnas, para cuyo cumplimiento se constituye en 1777 en un zaguán de la calle “al sitio de la Cruz de la Cerrajería”, un Tribunal formado por tenientes del Asistente, es decir del Gobernador, con escribanos, alguaciles y fuerza armada.

No es el único porque en la misma vía urbana y a partir del mismo año empieza a funcionar en "Entrecárceles" otro tribunal, el llamado de La Saleta, que observaba si las Cofradías cumplían o no las reales órdenes de salida.

En cuanto al uso y disfrute del espacio urbano ocupado con asientos de pago, su remoto antecedente puede hallarse en la decisión del alcalde Juan José García de Vinuesa tomada en 1863 de colocar sillas que se alquilaban, a cuatro reales el día, para ver las cofradías delante de ese sector trasero de las Casas Consistoriales.

El respeto a la tradición, cultivado siempre en el mundo cofrade y el acervo sentimental que atesora prohíben sensatamente la eliminación de esta centriquísima vía del papel que viene desempeñando en la Carrera Oficial.
Por si fuera poco, si las cofradías se hicieran discurrir por Tetuán, Sierpes quedaría encajonada entre el final y el principio, de forma que se inutilizaría para cubrir el papel de vía de penetración que Tetuán desempeña hoy. Y tampoco podría emplearse como espacio de evacuación precisamente por esos dos tapones que permanecerían en sus extremos, la Campana en su entrada y la Plaza de San Francisco a la salida.
Por todo esto, la conclusión es que, cualquier cambio en el trazado de la Carrera que pueda llevarse a cabo en el futuro ha de pasar por el mantenimiento ineludible de Sierpes y, en consecuencia de la Campana, la Plaza de San Francisco y la Avenida de la Constitución.

2 comentarios:

Angelmo dijo...

Interesantísima y documentada entrada. No había caido yo en que efectivamente llevarse la carrera oficial a Tetuán hace que Sierpes se quede inutilizada, ¡es verdad!
Además, todas las que ahora llegan por Tetuán ¿qué rodeo deberían dar?

Antonio dijo...

Pues, con todos los respetos, no comparto la opinión de obligatoriedad de que Sierpes forme parte de una C. O., y es que actualmente con la configuración que tiene la colocación de las sillas y las personas que están el transcurrir por allí vestido de nazareno, monaguillo, acólito, etc. es un suplicio y una falta de respeto de las más grandes al mismo nivel que los famosos canis en sus territorios. Así es y sólo hay que preguntar a cualquier nazareno. No es digno para la ciudad. Pero se habla muy poco, o no se quiere o no dejan.

Antonio