El control procesional de las cofradías impuesto por el Cardenal Niño y los sucesivos del poder regio se incrementaron en 1919 con la vigilancia horaria, ideada por el Capellán Real don José Sebastián y Bandarán, a cuya iniciativa se montó para ello una Tribuna en la Plaza de la Campana cerca de la esquina con el Duque, precedente del palquillo del Consejo que algunos todavía conocen como Patíbulo en memoria de las sanciones que antaño se imponían en él castigando los incumplimientos con reducción de las subvenciones.
Y se ejerció en la Campana porque en aquel tiempo y hasta 1917 el recorrido oficial comenzaba en la entrada de la calle Sierpes.
Quiere decir esto, como escribí en una “entrada” anterior, que la Carrera ha tendido siempre a extenderse hacia la plaza del Duque y no al contrario. Razón de pura lógica ya que la finalidad del trazado del itinerario era partir de la Catedral, objetivo único y puerto soñado donde habrían de concluir todos los cortejos procesionales.
Solo se registra una excepción que se hizo tradicional: prolongarla a partir de la salida del primer templo sevillano por las calles Placentines y Francos, adición que fue suprimida en 1901, si bien volvió el Alcalde a pedir su restablecimiento solo durante la Semana Santa del 1906 con motivo de la visita a la ciudad del Rey Alfonso XIII.
El repaso de estos datos levanta un serio valladar a los proyectos o sugerencias, precipitados generalmente, manejados en ocasiones anteriores, de alterar el trazado del recorrido histórico de las cofradías sevillanas. Y a ello se une el criterio de las autoridades gubernativas contemporáneas de preservar la seguridad de los ciudadanos que lo ocupan con la adopción de medidas preventivas.
La única opción de ampliar la Carrera pasa pues, como reiteradamente se ha dicho aquí, por prolongarla desde la avenida, dejando de entrar las cofradías por la puerta de San Miguel para hacerlo, tras haber doblado la esquina discurriendo ante la fachada lateral del Archivo de Indias, por la Puerta de San Cristóbal o del Príncipe.
El amplio espacio existente permitiría situar unos nuevos palcos con inéditas y esplendidas perspectivas.
Un único obstáculo se alza para alcanzar este logro: El Monumento y sepulcro de Cristóbal Colón.
Es la obra magistral del insigne arquitecto, escultor y pintor Arturo Mélida, quien, acabado el mausoleo, falleció un mes más tarde.
Este lo concibió como sepulcro del descubridor para que fuese erigido en la Catedral de la Habana en donde se hallaban sus huesos desde el 15 de enero de 1796, pero hubo de instalarse en el interior del templo catedralicio hispalense, delante de la puerta de San Cristóbal, tras haber perdido España la guerra de Cuba.
El 20 de enero de 1899 el navío Giralda atracó en el muelle del Guadalquivir trayendo desde allí los supuestos restos del almirante que fueron recibidos con los máximos honores de la ciudad. Llevados a la Catedral, el arzobispo, Cardenal Spínola, ofició un responso antes de ser depositados en la cripta del Sagrario de donde, en el mes de Noviembre de 1902,pasaron al monumento.
Para que las cofradías penetren por la puerta del Príncipe hay que trasladarlo con lo que se necesita recabar la autorización para hacerlo, decidir el nuevo emplazamiento y dotar al proyecto de los fondos necesarios para llevarlo a cabo.
Ese día se hará ilusionante realidad el verso de aquel cofrade que decía
Al contemplar el entierro
de tan insigne almirante
te dan ganas de mandar:
¡Venga esa derecha adelante!
1 comentario:
Creo que la ubicacion del monumento a Cristobal Colon no es problema alguno y que llegado el momento lo que haran sera retranquearlo unos metros, si no al tiempo.
Creo que de realizarse la ampliacion entrando las cofradias a la Catedral por la puerta del Principe el problema sera de seguridad.
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