martes, 21 de octubre de 2008

Escondidas ventajas de la crisis

No todo va a ser recoger las valoraciones negativas y los penosos aspectos de esta agobiante situación económica que se nos ha venido encima tan pegajosa, oscura y envolvente como esa nube negra que nos echa sobre los hombros un manto de niebla para sumergirnos en su abrazo.
Un antiguo compañero, jubilado como quien esto escribe, trasladó su residencia habitual a una urbanización de las muchas crecidas en el entorno de los pueblos dormitorio y allí que se fue el hombre cuando le llegó el ERE huyendo de la polución, el camión de la basura que le despertaba con el alba, la pésima educación de los niños de las botellonas y otros males de la ciudad incómoda.
Ahora voy a dormir tranquilo, creo que se dijo. Y así fue hasta que en el chalet contiguo se instaló un próspero empresario, nuevo rico del espejismo de la construcción, al que le dio por organizar en él sus recepciones conducidas a la atención de sus congéneres que, como puede suponerse, estaban cortados por la misma tijera y se mostraban más proclives a escuchar a tope de decibelios lo último grabado en cedés por los genios del flamenquito que la novena de Beethoven sin molestar a los vecinos.
Entre la música, las carcajadas, las conversaciones en alta voz y otras muestras de la convivencia estabular se perdía el titubeo forzado de las aspirantes a escorts, en la ocasión solo distinguidas con el galón de prostitutas, y el tintineo de las copas de champán.
Mi amigo volvió al insomnio persistente.
Hoy la situación ha cambiado por completo. Alborozado y feliz me lo confió el otro día. No todo van a ser tristezas por el final irreversible de esa cierta época de prosperidad arrastrada al fondo del mar embravecido por el hundimiento de los sistemas financieros.
La crisis se ha llevado también los dispendios de los ladrilleros, el trinque de algunos políticos, el descorche desenfrenado del Moët et Chandon , los cedés insufribles y el terciopelo vocal, imitación de escorts, de las putitas con pretensiones.
Y con ello el rugido de los motores potentes de los automóviles y las risotadas de los nouveaux riches.
Una calma idílica se ha enseñoreado de la urbanización alterada. Mi amigo es buena gente y está muy lejos de solazarse con las desgracias ajenas, pero cada vez que una locutora recita la bajada de las cotizaciones de bolsa, se le empiezan a entornar los ojos y se queda dormido como un niño hasta que le despiertan los pájaros al amanecer.

No hay comentarios: