jueves, 30 de octubre de 2008

Una página del Boletín del Gran Poder

Se me estaban revolviendo las tripas con un comentario que escuchaba por la radio en torno al expolio al que nos someten los catalanes a quienes va a parar el bocado mayor de la carga impositiva del resto de los españoles para que lo rieguen en sus caprichosos dispendios, entre los que se cuentan no solo el tuneo del coche de lujo y el despacho de potentado al que me refería en una “entrada” anterior, sino las embajadas que están abriendo donde se les antoja y, entre otros sitios alejados, en Méjico.

En tropel se me revelaban las malas ideas, cuando, a poco de tomar la saludable medida de apagar el receptor, tropecé con el cuadernillo de la Hermandad del Gran Poder. Y fue como un bálsamo que me serenó el ánimo.

Es el último que han editado. El de octubre. Todo un folleto de veinte páginas con acertado diseño editorial y excelentes reproducciones a color que la Hermandad, sin embargo, humildemente, denomina Hoja Informativa. Esta es la número sesenta y tres.

La repasé distraídamente hasta que me atrajo un titular “Papelitos para el Señor”, una colaboración del hermano clavero en la que, en los primeros renglones, precisa su cometido que no es otro que ejercer la clavería, dignidad antigua de las órdenes militares reservada a los caballeros custodios del castillo principal, pero que, en la práctica de la Hermandad, llaman así al recuento de las limosnas de los cepillos de la Basílica.

Sigue el relato ponderando el valor de estos óbolos, sustento de las Obras sociales que siempre tienen emprendidas y llega al fin al tema central del artículo, los papelitos que algunos donantes introducen por las ranuras junto con las monedas y que son como breves mensajes oracionales dirigidos al Señor.

Confiesa el autor que, por respeto a la confidencialidad, no suele ojearlos, pero que de vez en cuando abre alguno y lo lee a sus compañeros comprobando siempre el cariño y la confianza que se manifiestan a la imagen venerada. Que se le pide mucho, desde aprobar un examen de selectividad hasta por la peor enfermedad y que se le da muchas gracias por todo: la familia, los hijos, las cosas que se tienen.
Es emocionante, concluye.

Un día se preguntaron qué hacer con estas diminutas misivas y resolvieron que, antes de deshacerse de ellas, al finalizar el recuento de las monedas, debían pasarlas por el talón del Señor. Y así convirtieron en besos los renglones que pedían y las palabras que daban las gracias.

Todo un testimonio de fe, de delicadeza y de amor.

Añade el clavero: son las cosas bonitas que ocurren en nuestra Hermandad.

Añado yo: gracias, clavero, por haberlo contado.

3 comentarios:

Angelmo dijo...

Que bonito!
Los cepillos de limosna de la Básilica del Gran Poder usados como el Buzón de Correo de Dios.

José Luis Garrido Bustamante dijo...

Y qué sensibilidad la tuya,Angelmo.
Ciertamente es así.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Muchas gracias don José Luis por contarlo a los lectores de su interesante blog.En el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, me quedé con las ganas de leer algunos de los miles de papelitos que ponen los judíos, de todas formas no me hubiera enterado de nada, estarían escritos en hebreo.
Lo de tuneo es más bien tunanteo, vamos, que son unos tunantes.