viernes, 31 de octubre de 2008

Más del Gran Poder

Los comentarios recibidos tras la “entrada” de ayer me han ratificado en un convencimiento que tengo desde las primeras horas de vida de este Blog: Algunos textos los terminan los amables visitantes de la bitácora.

Ayer escribía “Angelmo”: “Qué bonito: Los cepillos de limosna de la Basílica del Gran Poder usados como Buzón del Correo de Dios”.

Y, más adelante, “desde la Giralda” añadía: “En el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén me quedé con las ganas de leer algunos de los miles de papelitos que ponen los judíos”.

Ambas comunicaciones me han hecho reflexionar . Las dos coincidiendo en que continuamente el ser humano demuestra con su comportamiento la existencia de Dios del que procede, cuya semilla anida en su pecho y con el que mantiene irrefrenables deseos de comunicación.

La primera, además, traslada a la petición la dádiva. Los papelitos no se depositan a las plantas del Señor, sino unidos a las monedas que se echan en el cepillo petitorio. Es como un repetido “do ut des”, “yo te doy, dame tu”. Como trasladar a la necesidad espiritual la costumbre material. La vida nos enseña por desgracia que nadie da algo a cambio de nada. Y esta enseñanza la llevamos a nuestras relaciones con Dios, olvidando que es Padre, que se hizo hombre como nosotros y que murió por todos gratuitamente en la cruz.

Es bonito usar los cepillos de limosna como Buzón del Correo de Dios. Como nuevo Muro de las Lamentaciones. Ahora bien, con una profunda diferencia: el final de las misivas. No se dónde terminan los diminutos mensajes que los judíos redactarán en caracteres hebreos introduciéndolos multidoblados en las rendijas del bíblico muro. Pero sí he sabido la trayectoria que siguen los sevillanos papelitos de la Basílica antes de ser destruidos: se rozan por el talón del pie bendito de la imagen, ese que besan con unción sus visitantes cuando suben al interior del camarín.

Los cristianos en Sevilla repiten la costumbre antigua de la primera de las religiones del libro con este mejoramiento sustancial. Yo diría que estos devotos del Gran Poder hacen lo mismo que vienen haciendo los judíos, pero mejor. Copian una costumbre ignorando que existe un original primitivo. Y, desde luego, perpetúan esta ansia reveladora de la existencia del Ser Supremo.

Convertido en el Señor de rostro ennegrecido de dolor y sufrimiento se le ve en estas fechas más cercano en su altar provisional de Santa Rosalía. Y me contaron que, ante El, estaban el otro día muy de mañana dos hombres pidiéndole en alta voz: Uno, la solución para poder atender un pago aplazado de un frigorífico de 150 Euros. El otro, los recursos para pagar a un acreedor 2,500. Y como la insistencia del primero era acuciante, el segundo se sacó del bolsillo un billete de 200 Euros y alargándoselo lo despidió amablemente diciéndole:

-- Anda. No me des la vuelta. Y vete corriendo que no quiero que me lo distraigas.

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