Pero qué hábiles son.

El Gobierno griego ha cerrado con el Fondo Monetario Internacional el convenio sobre el paquete de austeridad.

Para reducir el déficit, el Ejecutivo heleno subirá los impuestos, recortará las pensiones y los sueldos de los funcionarios, parará las contrataciones públicas y congelará los salarios en el sector privado.

Vistas las cosas con frialdad esto es lo que nos espera si nuestros problemas económicos siguen enquistándose en una Administración que, tropezón tras tropezón, demuestra su incapacidad para resolverlos. Los que saben de esto avisan que, detrás de Grecia, podemos ir nosotros.
Pero estas torpezas tratan de no advertirlas los máximos representantes sindicales instalados cómodamente en un paraíso de funcionarios sin haber ganado oposiciones que temen amenazados sus devengos si se ponen las gafas y describen a sus afiliados la realidad preocupante.

Ellos dicen que los verdaderos culpables de la crisis son los mercados financieros y la banca que viola su obligación de facilitar el crédito a las empresas y las familias lo que puede interpretarse como una parte de la culpabilidad.

Porque lo cierto y comprobado es que la gente pide en manifestaciones de miles de ciudadanos medidas efectivas para frenar la 'sangría' del paro y garantizar las pensiones públicas, lo que significa una petición asumible por todos ya que los que sufrieron los rigores del desempleo o se asoman a su precipicio están deseando que abunden los puestos de trabajo y los cotizantes durante su vida laboral temen con razón que les rebajen las pensiones.

Ahora bien, para completar este argumento, deberían explicar también cómo se hace eso de aceptar los mimos de un Gobierno rotundamente incapaz de resolver la situación y que teóricamente debería recibir sus quejas, sin que ni los trabajadores, ni los parados, ni los pensionistas digamos ni pío.

Los hay listos.