De manera que dicen que usted se ha sentido digno y ha saludado al gallego con un “me alegro de verte bueno” mirando para otro lado como si le dijera “que no te quiero ve Juan Migué”…
Y yo que me creía que iba a ser al revés, que iba a ser Rajoy el que le iba a dar la mano así flojita como si la quisiera retirar de seguida recordando todavía aquello del toro mal lidiado, mal banderilleado y peor pasado de muleta que fue lo del americano con eso de las armas de destrucción masiva.
¡Mira que decirle que sí al americano! ¿Eso qué fue? … ¿para presumir de inglés?... Pues haber hecho como Zapatero arma mía que se monda de risa con el presidente del gobierno con el que peor puede entenderse porque es el húngaro y la lengua de Hungría aparte de los naturales del país no la hablan más que los osos que ya no vienen con la cadena al cuello.
A un Congreso de la UNDA (Organización Internacional de las emisoras de la Iglesia) fui yo y con los directores del País Magiar había que entenderse en latín. Sí, señor, con el mismo latín con el que los curas viejos celebraban el Santo Sacrificio de la Misa.
En vez de haberle dicho que sí y ponerse al teléfono, haberle contestado que estaba ocupado, o reunido, o jugando el dominó en Quintanilla de Onésimo que a lo peor el americano se lo creía y le dejaba tranquilo.
¡Pero mira que dar por buena la milonga esa de las armas de destrucción masiva y confiarlo así a los españoles sin afeitarse el bigote ni na…!
A Rajoy no le echaron el toro al corral. Se lo echaron a usted. Y es muy probable que se lo sigan echando hasta que no se refugie en el tendido, o mejor en la grada, o en la andanada de las Ventas, arribita del todo, para que no le vean, aunque se ponga un impermeable amarillo que trae mal fario y es el que mejor le va desde entonces.
A usted no le dicen esto los suyos porque se han educado en colegios de pago y aprendieron urbanidad por el plan antiguo que si llega a ser por el moderno… ¡menudo plan! Pero usted se lo tiene bien merecido. Vamos, se lo viene mereciendo desde que dejó que le organizaran la boda de su hija con ese muchacho del dolor de garganta – ¡ mira que apellidarse Agag,! - y se la divulgaran a bombo y platillo en las revistas de colorines.
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Si alguien con vocación de cartero en sus horas libres se la quiere depositar en su buzón cuenta con mi permiso y le quedaré muy agradecido.
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