“Agua troná… o mucha, na”, decían en el campo andaluz cuando el cielo se calaba hasta las cejas la boina parda de las nubes y encendía continuamente su mechero de yesca en relámpagos de susto.
Ahora ha empezado la tormenta en la carretera y en los grandes almacenes distribuidores de viandas desabastecidos por la huelga del transporte. La tormenta se veía venir, pero los que tenían que haber acudido con presteza por los paraguas, los impermeables y los plásticos protectores, se quedaron quietos mirando bobaliconamente al cielo.
Ya escampará, se dijeron probablemente. Y parece que no. Que el agua seguirá inclemente como cuando desbordaba ríos y los clérigos ilustres habían de encaramarse a los campanarios para impetrar con reliquias la protección de los cielos.
¿Qué hace el PP ante este problema que puede ser más serio de lo que intentan vendernos con maquillajes de urgencia los que dicen que gobiernan?... Nada.
¿Y eso es bueno?... Perfecto.
Mientras el presunto partido de la no menos presunta oposición siga enredado en sus continuas disputas domésticas, se verá forzado a una inanición que, en este caso concreto, oh paradoja de las paradojas, resulta altamente beneficiosa.
Nadie podrá echarle la culpa de todo lo que ocurre.
Se acabaron las continuas quejas a sus proclamas tildadas de apocalípticas… a su alarmismo que decían infundado.
Por primera vez en mucho tiempo el PP lo hace bien.
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