Me gustaría volver a vivir aquellos tiempos de la redacción de tarde de Radio Nacional de España y que Eduardo Bonachera, que era el redactor jefe, me pidiera que fuese a entrevistar al Rey.
Sí porque, de entrada, una vez que Santos Díaz Muriel apuntase con su dedo pulgar hacia arriba indicándome que todo estaba o.k. le preguntaría:
-- Majestad ¿qué opina usted de la inauguración de ese avión que tiene pinta de autobús de Tussán con cuatro hélices gigantes de maquinilla eléctrica de afeitar?...
(Sí. Ya se que al Monarca hay que tratarle siempre de su Majestad y que el usted es una licencia que debo autoprohibirme. Pero ¿qué quieren? : Me acuerdo de ese soldado pelota que se cuadró delante de su teniente en el primer tiempo del saludo y cuando el de las dos estrellas de seis puntas le dijo, como era preceptivo, “baje la mano”, el de uniforme sin graduación, que era más relamido que un locutor con dentadura postiza, le respondió: “Un ratito más, mi teniente. Déjeme un ratito más.”
Con un Majestad de entrada creo que Su Majestad va bien servido y lo demás rechinaría ante la proverbial campechanía y abierta cordialidad de don Juan Carlos)
Cerrado este paréntesis, ¿Cuál sería la contestación?... Pues seguro que positiva, constructiva, inteligente y sin cogerse los dedos.
Pero, hablando de dedos, como el saludo del soberano se produjo tras la ventanilla abierta de la carlinga que yo, cándido siempre, esperaba que se cerrase, segundos antes de que iniciasen las hélices de la rasuradora gigante sus vueltas imparables y el avión despegase solemnemente y no sucedió así porque cayó el telón y no pasó más, me sentí muy decepcionado.
-- ¿Qué dices? ¿Qué cayó el telón?
-- Eso, por lo menos, fue lo que me pareció. Y repito que me sentí un poco, o más bien un mucho, profundamente frustrado.
Me había atrevido a suponer que el Rey llegaría de uniforme de general del Ejercito del Aire… que se oirían los sones marciales de la Banda de Aviación… que se le rendirían los honores correspondientes y que, tras la ceremonia inaugural, los discursos.etc. el mismo don Juan Carlos pilotaría la aeronave, después del cordial saludo al que hacía referencia, elevándose con ella majestuosamente, nimbadas sus alas, abiertas y poderosas, por los cielos azules del incipiente verano de Híspalis.
¿Precioso, verdad?... Pues no fue así. El vuelo del A400M, que se ha dejado para más adelante, se ha mostrado en una ficción de ordenador. Y al Rey de España, sin uniforme, ni entorchados, ni banda de música, antes de que caiga el telón, al final de una comedia que, además, se ha interpretado en inglés.
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