Nada de intromisión en el quehacer de los émulos del recordado doctor Rodríguez de la Fuente. Nada de recorrido fugaz por las páginas de la naturaleza salvaje. Ni por los parques que supongo cuidadísimos de Australia.
Nada de eso porque no escribo del animal rey de la especie marsupial que ha dado nombre y actividad a una profesión marginal de nuestra época, sino de la actividad misma, indispensable para las relaciones sociales, el legítimo asueto y, si me apuran, hasta para la estabilidad de los matrimonios jóvenes.
Estar de canguro, hacer de canguro o trabajar de canguro en las horas libres se ha impuesto de manera tal que no hay pareja con hijos pequeños que no haya acudido alguna vez o lo haga regularmente a solicitar sus servicios.
“Canguro por horas” se lee en esos folios que indefectiblemente terminan en una relación de números de teléfonos previamente semirrecortados al pie del escrito que se adhiere en una de las paredes del bar. No puede darse repetición más adecuada a la fórmula de aquel Pasquino, romano, que fijaba sus invectivas en la columna de su nombre aun existente en la Ciudad Eterna.
Cuando los padres de él o de ella, suegros, por llamar a las cosas por su nombre, de la parte contraria, y abuelos de la menguada prole, que la cosa está mu achuchá y con la parejita basta, dijeron un día que ellos también se iban de cena y de discoteca y que la noche es joven y hay que aprovecharla y no se podían quedar con los niños… nacieron los canguros. (Antes lo habían hecho en Australia, como queda dicho. Y estos nuevos tiran por la línea de los canguros rupestres que he leído que son los que actúan en las horas nocturnas)
Benditos sean. El canguro, y más que nada la canguro, aparecen cuando los tiernos infantes de la casa suelen estar bañados, cenados y con el pijama puesto.
Les desean feliz noche a la parejita que sale y se quedan viendo la televisión hasta que los angelitos se van a sus camas. Luego adoptan una de dos decisiones, o continúan viendo la tele o sacan sus apuntes y aprovechan las horas preparando la oposición o el doctorado.
En las biografías de no pocos hombres y mujeres de ciencia de mañana habrá de figurar muy resaltada esta mención concreta. “Y mientras esto hacía financiaba en parte sus estudios actuando como canguro”.
El canguro hispano es un ejemplar magnífico de trabajador por obra y cuenta ajena que acepta un contrato verbal con su contratador y cuyos modestos emolumentos entran hoy en la cantidad que se destina a ir de marcha y pasárselo bien. Su presencia, por ello, siempre es aceptadísima. Sobre todo por las abuelas y los abuelos cuando, si faltan, se tienen que quedar de canguros… honorarios.
3 comentarios:
Sigues haciéndolo de cine, José Luis
Hoy es jueves y no hay artículo nuevo en el Blog. Sin duda Bustamtamante está de Canguro. Habrá que hablar con su nieta para que lo libere y lo deje escribir.
Saludos.
La entrada de 26 de junio está repleta de datos inexactos y de una mala uva propia del autor de este blog. Ni siquiera se atreve a decir nombres, señor Garrido. Además, su presencia en la Hermandad se remonta a tiempos prehistóricos de donde nace su rencor contra el padre, que intenta canalizar con el hijo, al que me apuesto lo que sea que apenas conoce. Repugnante.
Publicar un comentario