A pesar de la crisis, del incierto futuro y de otras desgracia presentidas de cuya aparición probable nos avisan erre que erre los distintos medios informativos para amargarnos la vida desde que acercamos el transistor a la oreja antes de habernos desprendido del calor maternal de la cama, lo cierto es que la Navidad se acerca a pasos agigantados y hay que zambullirse en la vorágine anual de las compras.
Conviene preparar con tiempo las viandas para las comidas extraordinarias, los regalos, los adornos…y el champán. Que no falte el champán. Ahora se dice cava, pero eso suena a rendición lingüística. En mi casa siempre se dijo champán. Los brindis con cava dibujan la barretina y los mosos de escuadra con alpargatas.
Y, en tocando al champán, viene la duda. Yo me aventuro a pensar amablemente que los propietarios y gestores de las bodegas donde se cría el de esa marca que se anuncia pródigamente en televisión, con desbordamiento de millones en la ideación y rodaje de su spot publicitario, deben ser catalanes laboriosos de buen estilo. O sea poseedores de eso que por allí se llama “seny”. Pero no pueden evitar la convivencia con personajes tan racialmente españoles, tan agradables y tan navideños como Guardans,Miralles,Tardá… y,sobre todo Carod Rovira, ni tampoco eludir las salpicaduras de su actividad integradora extendida a lo largo y a lo ancho de los once meses anteriores al que Dios escogió para nacer entre los hombres.
Un amigo al que aprecio mucho, manchego y sabio como lo son los de esta tierra que recorriera el bueno de Alonso Quijano para que Cervantes recogiera sus aventuras, me ha mandado un e-mail que encierra una sorpresa divertida: Aparece una botella prometedora de las más optimistas burbujas con la letra inglesa de la marca del champán a que me refiero que, progresivamente, se va transformando terminando por mutarse en una bailarina, fondona y barriguda, que nos sonríe tras el bigote y las gafas de quien ustedes pueden suponer.
¿Cómo voy a sugerir a mi parienta que compremos unas cuantas botellas así?...
Sería una torpeza poner broche de oro a una entrañable comida de Navidad o Año viejo con la ingestión de tal bebida que igualmente podría transformarse en la cueva sombreada del tracto digestivo en el personaje en cuestión. ¡Qué dolor de estómago!
La duda me atormenta. El champán me sigue gustando. Conozco catalanes con los que hice la carrera que,sin dimitir de su condición, son tan españoles como yo.Pero, por mucho que me atraigan las burbujas convertidas en bailarinas, mi estómago está muy por encima de cualquier postura masoquista.
Este año en vez de champán creo que voy a brindar con una palomita de anis Miura que es taurino, se hace en Cazalla y está buenísimo.
1 comentario:
Hasta el anís está faltando en Cazalla, por lo que me comentan.
En mi lejana juventud, en casa se brindaba con sidra, que no se parecía en nada a la asturiana, a pesar del gaitero impreso en las etiquetas.
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