Aunque, sin proponérmelo, haya estado construyendo una paradoja, es lo cierto que, acabados de leer los últimos libros que me traía entre manos, he llegado a la biblioteca y,curiosamente,en el invierno recién nacido ,he cogido al azar un libro de verano que incluso muestra en la portada el nombre de la estación caliente, “El verano peligroso”, obra bastante prescindible, de un Ernest Hemingway menor, acosado por la decadencia física e intelectual que el afamado autor de “Fiesta” o “Muerte en la tarde” escribió en 1959.
Pensado originariamente como una crónica periodística creció más de la cuenta y no se publicó como libro hasta 1985, tan seria y tajantemente mutilado, que apareció reducido a la tercera parte del manuscrito.
“El verano peligroso” aborda la rivalidad entre un Luis Miguel Dominguín en decadencia y un emergente Antonio Ordóñez, que representaba la juventud que Hemingway se resistía a perder para siempre y, partiendo de ese enfoque, resalta el maltrato despectivo del escritor hacia quien como Dominguín reflejaba su propio declive y la admiración desmedida a un Ordóñez al que veía como el triunfador joven que él nunca volvería a ser.
Muy lejos de otros dos textos del mismo ambiente, el escritor norteamericano sigue manifestando sus escasos conocimientos taurinos, periodísticamente más interesado en revelar los manejos punibles del medio toro que en profundizar en las características de esta variante singular y única de la raza bovina.
Mas,en el momento actual, cuando a la Fiesta brava se la ataca en Cataluña con tanta virulencia, este libro representa el interés con el que siempre se la ha seguido en el extranjero. Hemingway vuelve a España,en la que ya antes habia luchado en la Guerra Civil en el bando perdedor participando en la Batalla del Ebro y luego había escrito las dos magnificas novelas de ambiente taurino que cité antes,para cumplir un encargo de la revista Life que,con fotógrafos de la talla de Burrows y Hotchner, resaltara el duelo entre las dos grandes figuras que encabezaban el escalafón taurino de la época.
Argüir esto ante un personaje de la talla intelectual del señor Benach, presidente del Parlamento catalán, podría resultar tan inútil como invitarle, junto con otros correligionarios a visitar las ganaderías andaluzas y comprobar el efecto positivo que sobre la ecología representa la crianza del toro bravo, como pretenden el Presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán y el Consejero de Gobernación,junto con la Mesa del Toro en el encomiable proyecto que se ha divulgado estos días,tras la reunión mantenida con Morante de la Puebla, El Cid y Eduardo Miura, entre otros taurinos, para mostrar el apoyo de la Junta a la Fiesta, al que se ha sumado el PP.
Mejor podría resultar enfocar estas gestiones hacia Convergencia y Unio que, tras la división apreciada en el tripartito podría tener en sus manos el futuro de la fiesta en la Comunidad catalana.
Y, además, puede alentarse la confianza de que Artur Mas y sus socios de partido se hayan leído a Hemingway.
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