En estos días su teléfono no dejaba de comunicar. Bueno, en estos y en todos los días, siempre que él estuviera en Sevilla, en su casa que era la de los Fernández Palacios en el Paseo de Colón, frente al río y cerca de la Maestranza. Allí vivió casi desde que apareció por la ciudad, en la primavera de 1958, cultivando la amistad con la familia con la que llegó a adquirir indisolubles lazos. Si el teléfono era atendido con presteza era que el sacerdote, periodista y escritor, mas, para todos, “el cura”, había volado quien sabía si a cualquiera de los destinos que le llevaba su quehacer informativo, sobre todo siguiendo los viajes del Papa, o al Vaticano en donde durante mucho tiempo se entrevistaba con su hermano, el fallecido cardenal Antonio Maria Javierre.
Había que insistir hasta encontrar la suerte de hallar la línea libre. Y así hacía yo pacientemente. La llamada era para felicitarle en las Fiestas Navideñas, pero también para que nuestra antigua amistad encontrase al menos ese eslabón de permanencia.
Este año he tenido que borrar el número del listín.La llamada ha sido imposible. José María se estaba muriendo hacía tiempo y él se encargaba de recordarlo así poniendo ante la Parca próxima el rostro de una sonrisa que hacía recordar la postura de los valientes que en el siglo XVI salían para ser ajusticiados de la cárcel de la calle Sierpes con el mismo desparpajo que si fueran a un paseo militar.
El Cardenal Amigo lo dijo en la Misa de sus exequias. Le había prohibido que se muriera, pero en cuanto que se descuidó un poco… se murió.
Y con su partida, “el cura” ha dejado huérfanos a muchos de los que le seguían con amistad filial y a quienes iluminaba con su inteligencia prodigiosa.
Tan inteligente y sabio era que se cuenta que en su examen de doctorado en una Universidad germana en el que tenía que exponer su tesis redactada en alemán, al advertir que había perdido el original al que debía dar lectura, se hizo de un mazo de folios y se puso a hacer que los leía. Tan correctamente que costó que lo descubrieran. Creo que aquellos sesudos profesores teutones admirados de su alarde no solo le aprobaron sino que le dieron nota.
Por eso era tomado con frecuencia como consejero y asesor. Me hallaba yo en el Hotel Alfonso XIII para un cocktail de presentación de no sé qué cuando apareció el jefe superior de policía que en aquellos años setenta era un individuo cejijunto y fornido con fama de duro. Me preguntó si acudiría Javierre,entonces director de “El Correo de Andalucía” y, para mi sorpresa, me confesó que escribía versos y deseaba someterlos a su criterio.
Cuando “el cura” apareció el policía se dirigió inmediatamente a él y le conmino:
-- José María, tengo que hablar contigo. ¿Puedes estar mañana a las doce en mi despacho?
Javierre repuso sin dudarlo y lo pudimos escuchar cuantos nos encontrábamos cerca:
-- ¿Con la maleta o sin la maleta?
Así era.
2 comentarios:
El Señor del Gran Poder lo tiene en su gloria. Enhorabuena por el articulo, por el blog.
Gracias,Sumhis. Feliz año.
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