Empieza el lunes y volvemos al trabajo. “El que tenga un amor… que lo cuide, que lo cuide. La salud y la platita que no la tire… que no la tire” decía la letra de la canción porteña que trajeron de allende los mares los locutores de la radio comercial. Hoy habría que sustituir eso del romántico amor por el práctico trabajo que ha dejado de ser maldición para saltarse limpiamente la barrera y convertirse en dádiva bendita.
La crisis sigue cerrando la puerta a los trabajadores. Tanto que hasta los líderes sindicales, subvencionados por el Gobierno como los denostados prebostes del Verticato franquista, se están despabilando. La cifra total de parados registrados en los Servicios Públicos de Empleo cerró el mes de octubre en 2.818.026, la mayor desde abril de 1996, según datos del Ministerio de trabajo.
El miedo a ser distinguido en este sorteo alucinante ha propiciado que también se despabilen los que hoy todavía pueden dirigirse cada mañana al taller, a la tienda o a la oficina y se ha producido un aumento espectacular de peticiones de cursos de formación.
Las exigencias de los curriculums han experimentado igualmente un llamativo endurecimiento. En los trabajos más exigentes los estudios universitarios y el inglés son considerados como algo inherente al aspirante, por lo que los candidatos optan por nuevos idiomas como el chino.
Sin embargo, no son sólo los master o los idiomas la tabla de salvación de los aspirantes a conseguir mejor puesto laboral o mantener el que se tiene. El Servicio Público de Empleo Estatal (SPEE), sucesor del antiguo INEM desde 2003, ofrece asistencia gratuita al desempleado y al empresario y las academias privadas desafían los malos tiempos con posibilidades inéditas.
La originalidad premia la gama de ofertas, desde cursos para llegar a ser preparadores físicos hasta de peritos en valoraciones inmobiliarias, esteticista, especialista en cuidados de zoológico, curso de psicología canina y felina e incluso cursos de carrocería de automóvil.
La visión negativa la ofrecen los cursillos relacionados con el sector de la construcción, duramente castigado por el vendaval financiero, que han sufrido un importante descenso de demanda.
Por si éramos pocos, parió abuela. La idea genial del inteligente ex ministro Jesús Caldera, portento de oportuna prodigalidad repartiendo papeles y permitiendo el multiplicador efecto llamada, ha llenado el país de heroicos náufragos en pateras y polizontes aventureros en vehículos de transporte internacional, pero muchos de ellos hablan más idiomas que nosotros y están mejor preparados. La crisis obliga a volver a la escuela.
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