Si se dijo que en la mesa y en el juego se conoce al caballero, ahora hay que añadir que en la carretera, también.
El tráfico, la conducción de automóviles y motocicletas, proporcionan hoy un escenario en el que los comportamientos de los conductores son reveladores de una buena o mala crianza. Esta observación puede resultar vital para resolver los acuciantes problemas de la escalada de accidentes con cifras preocupantes de heridos y fallecidos que ofrece cada puente, cada salida de vacaciones e incluso cada fin de semana.
Los accidentes de tráfico se ceban principalmente entre la población joven, constituyendo un problema de salud pública de gran magnitud. De hecho, representan la principal causa de mortandad entre personas con edades comprendidas entre los 5 y los 29 años. La mitad de las víctimas en la carretera suelen ser jóvenes y adolescentes, grupos de población en los que confluyen factores de riesgo añadidos como la inexperiencia al volante o el consumo de alcohol y drogas durante los fines de semana.
El sufrimiento de las víctimas de traumatismos por accidentes de tráfico y de sus familiares es indescriptible. Y a ello hay que sumar su cuantificación económica. El costo asociado a las intervenciones quirúrgicas, los prolongados periodos de hospitalización y la rehabilitación a largo plazo de las víctimas, unido a la pérdida de productividad de éstas, puede evaluarse en miles de millones de euros anuales.
El 40 por ciento de las minusvalías que se producen en España están causadas por estos accidentes, que constituyen la primera causa de lesión medular como consecuencia de un traumatismo y también de incapacidad laboral entre la población joven. Se calcula que cada año aparecen 500 nuevos casos de paraplejia en España por traumatismo de tráfico y el 75 por ciento de éstos se produce entre jóvenes.
En cada accidente suelen confluir diversas circunstancias, pero los expertos coinciden en señalar al comportamiento humano como el factor más determinante.
Este fin de semana tendremos ocasión de confirmarlo nuevamente. El chulángano ineducado se nos pondrá detrás de nuestro vehículo hostigándonos para que rodemos a noventa o a cien despreciando las señales que prohíben pasar de sesenta… su congénere de la misma catadura nos deslumbrará sin bajar las luces para el cruce, si es que las lleva regladas que, a lo peor adquirió su coche de segunda mano y jamás se ha preocupado de eso…seremos adelantados por uno que conduce mejor que nadie y lleva más prisa que nadie pisando la raya continua…no podremos aparcar en el sitio reservado para ello porque la única plaza disponible ha sido invadida por un conductor que ocupó dos… etc.etc.
Luego llegarán las cifras de los accidentes y las recomendaciones inútiles para conducir mejor. Inútiles digo porque no se trata de sacar el carnet, sino de respetar el Código. Y, ni siquiera eso: no basta con respetar las normas, sino de practicar eso que ahora no se lleva y siempre fue vital para la convivencia, la buena educación.
Es un tema, pues, que corresponde no a la Dirección General de Tráfico ,sino al Ministerio de Educación y Ciencia.
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