Creo que el eslabón que une el uno de noviembre dedicado a conmemorar a Todos los Santos, con el dos, que es el de los difuntos, tiene fundamento culinario y son los “huesos de santos”.
La elaboración de estos dulces se remonta a varios siglos atrás y muy probablemente su origen se encuentre en Madrid en el siglo diecisiete ya que de esa época data la publicación impresa de sus fórmulas de elaboración que coinciden con el tiempo de recolección de la almendra. En su confección Intervienen también las patatas y el relleno consiste en una almíbar de yema y azúcar.
Desde Madrid pronto fueron típicos de la zona de las dos Castillas y León y, actualmente, están muy difundidos por toda la geografía española.
Esta creencia mía de que constituyen una aportación culinaria al nexo de unión de las dos festividades de los primeros de noviembre la ratifica el "Arte de cocina" de Martínez Montiño, un libro editado en 1611 en el que se lee que están "Hechos para conmemorar a todos los Santos y a todos los muertos, en los primeros días de noviembre".
Si me apuran, más me parecen para endulzar de alguna manera las removidas penas que nos ensombrecen al ánimo cuando vamos al cementerio que para el gozo de celebrar los que alcanzaron la gloria de la santidad aunque no figuren en ninguna hagiografía.
Ya se sabe que los mejores chistes suelen contarse en las jornadas de velatorio, aunque con eso de los Tanatorios de la Ese Treinta y de otras ubicaciones estén pasadas de moda. Es como una terapia elemental e intuitiva que nos mueve a compensar con alegría el dolor que nos oprime el corazón.
Hoy los huesos de santo se rellenan con variedad de combinaciones reposteras abriendo hueco hasta al chocolate y suelen ser tan reclamados que se acaban pronto en las confiterías. Menos mal que habitualmente son sustituidos por sus parientes los buñuelos de santos que tampoco están mal.
Chistes de velorios y huesos de santo, fórmula ideal para endulzar las penas y para caminar en contra de los regímenes de adelgazamiento. Si los velatorios luctuosos han sido sustituidos por la asepsia impersonal de los Tanatorios, los huesos, apoyados en la doctrina peculiar del juez Garzón, vuelven a estar de moda y eliminan el contenido peyorativo de la interjección porque es contradictorio cargar de elementos degradantes al decir que ese tío es un hueso si se acaba de regalar el paladar con un sabroso hueso de santo.
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